Hoy me desperté y te extrañé un poco. Tengo que decir poco para que mis amigues no revoleen los ojos. Dicen que no me corresponde sentir mucho porque nunca llegué a ser tanto. Pero hoy te extrañé, otra vez (igual solo te extrañé un poco, tampoco es para que te agrandes).
Te extrañé porque el día estaba feo y el cliché me queda lindo. Los cielos como el de esta mañana se inventaron para preguntarme por qué vos y yo no estamos faltando al trabajo, por qué vos y yo no estamos despertando en la misma cama. Se inventaron para amanecer con el brazo sin circulación después de haberlo tenido bajo tu cabeza durante toda la noche. Pero no, mis amigues tienen razón: no me corresponde pensar mucho en eso porque vos en mí nunca pensaste demasiado. Al menos, no de esa manera.
En un momento de demencia
casi escribo
una poesía como escriben
los que leen entrecortado
con pausas
que me
incomodan.
Los poetas quieren
hacerme sentir que sienten
más que yo
y es verdad, es así
porque a mí
no me corresponde
sentir tanto
porque vos por mí
nunca sentiste demasiado.“ahre cualquiera”, de Nicolás Zabo Zamorano (1989).
Para sentirme mejor y lograr salir de la cama me puse a recordar las peores partes de dormir con vos. Recordé cuánto te movías durante la noche y que cuando me veías destapado, te hacías el generoso, me tapabas y después de unos minutos volvías a acurrucarte con toda la frazada. También recordé la cantidad de ruido que hacías cuando te levantabas a mear en medio de la madrugada y tus ojotas de mierda que hacían chaplaf-chaplaf contra el piso. Y, como frutilla del postre, recordé que siempre encontrabas la forma de empapar la cama de transpiración, incluso en invierno. Fueron esas observaciones las que me ayudaron a dejar de extrañarte tanto para pasar a extrañarte solo lo que me permiten: poco.
Logré salir de la cama. Me bañé. Desayuné. El día comenzaba a mejorar. Hasta me hice un tiempo para ir a la verdulería pero, ¿podés creer que en medio de todo eso llamó mi vieja y me preguntó cómo ando? Nadie me lo había preguntado con un interés tan sincero en los últimos días, así que me lo tuve que preguntar. ¿Cómo ando? ¿Ando todavía? ¿Sigo funcionando o ya soy un juguete roto? ¿Soy uno de esos chiches que conservas por un montón de tiempo porque te da lástima tirarlos? ¿Será que no le estoy metiendo pilas a salir de esta depresión? ¿Qué va a pasar el día que haya baterías nuevas y yo siga siendo el recuerdo de algo con lo que estuvo bueno jugar antes de que se rompiera?
No le dije eso a mi vieja, claro. Era un montón para un lunes al mediodía. Me salió un «acá, viejita, en la lucha». Y sí, estoy luchando. Luchando contra las ganas de preguntarte si estás seguro de que esto va a ser lo mejor para los dos, porque claramente para mí no lo viene siendo. ¿De verdad crees que lo nuestro nunca va a funcionar? ¿Y si al menos seguimos siendo lo que éramos hasta el día que cometí el error de decirte que no podíamos seguir siendo eso? ¿No querés guardar los cambios antes de cerrar?
Volví a la cama, bajé la persiana y otra vez le di play en mi cabeza a ese último fin de semana:
Pista de baile. Vos me preguntaste cómo estaba y yo te contesté «estoy esperando que se me pase». Te quedaste tranquilo porque pensabas que hablaba del efecto de la pepa que habíamos tomado más temprano y seguiste bailando. Ya tenía ensayado todo lo que quería decirte. Me venía preparando hace mucho en el taller de teatro mental que se comenzó a dictar en mi almohada el día que nos conocimos. La charla iba a durar un mínimo de tres puchos pero a mí me quedaba uno solo. Necesitaba ir a comprar un atado nuevo antes de preguntarte si me acompañabas a la vereda para hablar. «Ya fue, Nico. Fumemos acá» me dijiste. Usaste mi campera y mi pecho para refugiarte de los ojos de los patovicas y sus punteros de láser color verde. Me miraste y me sonreíste por esa picardía mientras nuestros dedos se rozaban torpemente para pasarse un pucho encendido por lo bajo. Se ve que después de eso yo quedé obnubilado porque me volviste a preguntar cómo estaba. Nunca me habías preguntado cómo estaba con un interés tan sincero, así que me sentí seguro para decirte todo eso que venía ensayando. «¿En serio me preguntas cómo estoy? ¿De verdad querés saber cómo estoy? Bueno: deprimido estoy. Deprimido porque desde que te conocí supe que llegaría este día. El día en que se me notara constantemente que sos mi persona favorita en el mundo, que siempre te voy a decir que sí aunque el plan que me ofrezcas me parezca una mierda, que ninguna de las cosas molestas que haces a la noche es tan molesta como tener que fingir que dudo si quedarme a dormir cada vez que me invitas, que me encantaría hablar sobre vos con mi vieja, que me gustaría que mis amigues me entiendan y dejen de hacerse los superados, en especial porque yo siempre los banqué cada vez que se enamoraron de sus amigues. Estoy deprimido y hecho un pelotudo que no sirve para nada, solo para aceptar tu amistad como un premio consuelo y fingir que me alcanza». No te dije eso, claro. Era un montón para un sábado a la noche de pepa. Me salió un «¿estás seguro que no querés acompañarme a la vereda?» pero justo empezó a sonar Blue monday mezclada con Can’t get you out of my head y vos te pusiste a bailar desaforado porque era la primera vez que sonaba algo que de verdad te gustaba. Me alejé viendo como te deslizabas por toda la pista. Los chicos más interesantes y hermosos de la fiesta comenzaban a bailar cerca tuyo porque ahora entendían que habíamos ido juntos pero que no estábamos juntos, y mientras yo trataba de entender lo mismo, amigo mío, me di cuenta que siempre supiste lo que me pasaba. Es difícil deshacerse de los juguetes, incluso de aquellos que solo se dedican a ocupar lugar.
Me resulta gracioso que hayan sido justo esas canciones porque es lunes, estoy triste y no te puedo sacar de la cabeza. Hoy te extraño un poco. Lo que me permito. Lo que me permiten. Lo suficiente para escribirte esto y volver a la cama. Me encantaría que fuera para dormir, pero cada vez que cierro los ojos te veo a vos bailando y preguntándome qué me pasa.
Sigo esperando que se me pase, amigo mío.
Espero que estés bien.
Es un montón para un lunes feriado a la noche. Qué gran vacío sentimos nosotres, a les que no les corresponde sentir tanto. Justo en el cora, como siempre!
Ya me deprimí de nuevo lo justo y necesario para arrancar la semana, gracias.
Me encantó
Pd: dice dos veces gracioso